Sewer City, ciudad de ratas. Ciudad que apesta a cloaca, dicen que por un problema de alcantarillado pero en realidad lo que huele son sus chanchullos, su dinero manchado de sangre y sus gentes, gentes de la que yo formo parte. Somos escoria, nuestra vida no vale un centavo y es algo que nos hemos ganado a pulso. En Sewer City las personas honradas no tienen cabida, no puedes confiar en nadie, ni mucho menos contar con la policía. Es una ciudad hecha por criminales para criminales. Todas las personas que han dado esperanza a esta ciudad han acabado con un tiro entre ceja y ceja, pocos son los afortunados que han terminado con las rodillas partidas. En esta oscura ciudad donde la noche es interminable, quien dicta las normas es el bate de béisbol o el cañón de una Magnum. Sus elevados edificios, recuerdos de un próspero pasado, forman el entramado de claustrofóbicos callejones donde se respira sangre, orina y whisky. Callejones por los que se deslizan las alimañas de esta asquerosa ciudad. Mi nombre es Mike Harris y yo nací en Sewer City.
De niño la cosa no era tan mala, la criminalidad aumentaba según iba entrando más dinero en la ciudad, pero la policía protegía a las buenas personas, algo que mi padre decía que no duraría mucho. Él era agente de policía, de los de antes, esos que tenían el "deber" grabado a fuego y no se corrompían ante nada. Bien podía haber sido Sheriff en un pueblo del sur, astuto como el que más, intuitivo, con madera de líder, respetado y sobretodo siempre dispuesto a hacer el bien. Mi padre reunía todas esas cualidades, cualidades que no significan nada en Sewer City. Tuvo esa mala suerte de nacer aquí y ser fiel a su tierra. Atado a la idea de limpiar esta ciudad, fue consumido, debilitado, hasta abrirle las puertas al cáncer. Mi padre, que era acero para barcos, curtido en la adolescencia con los estibadores del puerto de Sewer City. Era un tanque, se comía 2 kilos de carne de una sentada. En el coche patrulla era hasta cómico, con su puro, encajonado entre el asiento y el volante, parecía que en cualquier momento iba a reventar el techo y asomar la cabeza por encima del coche. Mi padre, que después de haber aguantado palizas, haber recibido algún que otro balazo, se lo haya llevado el cáncer. El vicio de fumar, nada escapa al vicio en Sewer City. Para mí no fue el cáncer quien se lo llevó, fue esta puta ciudad, consiguió robarle su espíritu, su fortaleza. Su muerte representó la extinción de los policías honrados, que ya eran objeto de mofa por sus compañeros corruptos.
Según me contaba mi padre, cuando él era niño, Sewer City era una pequeña cuidad normal y corriente que presentaba grandes esperanzas de crecimiento. Había trabajo para todos y todos vivían decentemente. Cuando mi padre ingresó en el cuerpo de policía, la ciudad había crecido considerablemente, grandes rascacielos se erguían en el centro de Sewer City, era la época de esplendor, era perfecta. Pero pocos años después, dos o tres, el alcalde tuvo una idea muy ambiciosa, quería que Sewer City fuera un principal referente en el comercio portuario. Para ello hizo una enorme inversión en el puerto, aunque el puerto ya ocupaba una extensión considerable. Hizo el puerto el triple de grande, casi un cuarto de la ciudad era puerto. Era exagerado, el tráfico se incrementó, miles y miles de contenedores procedentes de todas partes del mundo se movían al día por el puerto de Sewer City. Era imposible de controlar, y el contrabando halló ahí su principal centro de operaciones. Como respuesta a esto, el ayuntamiento incrementó desesperadamente el número de policías. Personas ajenas a Sewer City venían a formarse como policías y el único esfuerzo que tenían que hacer era el viaje hasta aquí. Mi padre tuvo que ver como prácticamente regalaban los "carnets de poli" a gente sin formación ninguna, sin valores morales y carentes de toda ética. Auténticos paletos desalmados recibieron su pistola y su placa, personas que no sabían que dos más dos son cuatro malinterpretaban la palabra "autoridad" por las calles de Sewer City. En un abrir y cerrar de ojos, estos mercenarios llevados por la codicia, llenaron las comisarias de corrupción. La cual, fue ascendiendo poco a poco hasta las altas esferas. En ese momento se acabó el futuro de Sewer City, se había traspasado el punto de no retorno y solo quedaba caída. Las personas honradas abandonaban la ciudad en cuanto podían y el resto esperaba ciegamente a que vinieran tiempos mejores. Hoy, nada bueno puede salir de esta ciudad.
A pesar de criarme en Sewer City, mi niñez tuvo inocencia. Solía pasarme las tardes jugando a las canicas con mi amigo Joe, aunque de vez en cuando nos interrumpían alguna persecución policial como las de las películas que veíamos en nuestro viejo televisor. El fugitivo y tres coches de policía detrás, el rugido de los motores a toda velocidad, el fuerte sonido de las sirenas, los tapacubos que se saltaban al tomar las curvas... Nuestra ciudad era de película, y eso nos emocionaba a Joe y a mi. Niños, hasta qué punto puede llegar su inocencia.
En la adolescencia, Joe me enseñó que se gana más dinero robando periódicos que no repartiéndolos. Nos ganábamos unos pavos haciendo recados para su padre, Clark Higgins. Nos daba paquetes para que se los entregáramos a ciertas personas. Él sabía que no me registrarían ya que mi padre era poli. Al cabo de unos años nos mandaba repartir otra clase de paquetes. El señor Higgins era chulo, nosotros nos asegurábamos de que los clientes pagaban los servicios y no dañaban el material. Yo disfrutaba siendo un matón, siempre me ha encantado dar ostias, ver como dan ostias e incluso recibirlas. Aunque pocas veces se daba el caso en el que yo recibiera más de la cuenta, ya que gozaba de la genética de mi padre. Para Joe, verme repartir era un auténtico espectáculo. Aunque siempre he sido un fiel seguidor de usar mis puños como único arma, nunca he tenido reparo a la hora de utilizar el mobiliario para deshacerme de algún cobarde con navaja. La verdad, no hay nada que mejor se me dé que lanzar tíos por los aires, bueno, quizás tragar whisky.
Mi padre sabía que me estaba adentrando demasiado en los callejones de Sewer City. No era difícil de averiguar, ya que muchos días volvía a casa con moratones y la ropa manchada de sangre que no era mía. En mis nudillos se reflejaba claramente que le había partido la cara a alguien. Hasta que un día me dieron a base de bien y acabé en el hospital. Mi padre, junto a mi cama, me dijo que ese era el pequeño precio que tenía que pagar por bailar con Sewer City, y que si seguía así no tardaría mucho en recibir un tiro entre las orejas. Le expliqué a mi padre mi pasión por las peleas. Fue algo que no le sorprendió, yo creo que a él también le apasionaban.
-"Hijo, qué pensaría tu madre de los trabajos que haces para Clark" - me espetó mi padre.
Mi madre, que Dios la tenga en su gloria, es la mujer detrás del gran hombre. De no haber sido por ella, mi padre seguro que andaría ahora bailando con Sewer City y ni mucho menos sería poli. Ella fue quién lo llevó por el buen camino, quien le enseñó el significado de la palabra "honor", fue ella quien convirtió a mi padre en un ejemplo a seguir.
Nunca vi tanto amor como el había entre mi padre y mi madre. Novios desde muy críos, siempre estaban juntos. Mi padre era un macarra y mi madre era una chica dulce, muy atractiva (sus rizos dorados parecían brillar con luz propia, me contaban quienes la conocieron) pero era sobretodo muy inteligente. Yo no tengo mucho recuerdos de ella, algunas imágenes, ya que ella murió siendo yo poco más que un bebé. Dicen que mi hermana Leonor, pocos años mayor que yo, es la viva imagen de ella. Realmente Leo es preciosa. Ella me contó la tristeza de nuestro padre cuando mamá murió, tristeza que nunca le abandonaría, jamás. Yo nunca he visto llorar a mi padre, pero muchas han sido las veces que le he oído, añorando a mi madre en su dormitorio. Admiro a mi padre por haber sido capaz de criar a una hija lista y responsable y un hijo capaz de aprender de los errores que comete. El principal consuelo cuando mi padre se fue es que sabía que él se había ganado el cielo a lo largo de su dura vida.
-"Entiendo que te gusten las peleas, pero así no vas a llegar a ninguna parte. Es más, si no acabas jodido o muerto, terminarás lamiendo barrotes en la prisión de Abraham Fellon" - me explicó mi padre - "Existe una forma por la que te aplaudan, respeten y admiren cuando repartas guantazos, además es legal"
Me incorporé con curiosidad y dificultad para escuchar atentamente lo que me iba a decir mi padre.
-"Boxeo" - hizo una pausa- "Así es como pelean los caballeros"
No lo dudé ni un instante.
En cuanto me recuperé de las heridas me puse a entrenar. Dejé mi trabajo para el señor Higgins, él lo entendió, dijo que echaría de menos a un tipo como yo que le hacía tan buen servicio.
-"Cuando quieras puedes volver, te esperaremos con los abrazos abiertos. Ahora vete y haz que tu padre se sienta orgulloso, se lo merece, es un buen hombre."
El señor Higgins y mi padre se llevaban bien, le ayudó mucho cuando mi madre murió y mi padre solía recurrir a los servicios de las chicas del señor Higgins para saciar las necesidades que le producía la ausencia de mi madre.
Mi padre me pidió que no boxeara en Sewer City ya que aquí se boxea sin guantes y no hay límite de asaltos. El boxeo en Sewer City es lo más parecido a una lucha a muerte, el combate no terminaba hasta que uno de los dos luchadores no estaba inconsciente sobre el ring empapado en sangre. Esta forma brutal de boxeo no era ilegal en Sewer City, lo ilegal era apostar. Resulta curioso, dos personas se pueden matar sobre el ring en Sewer City pero nadie puede sacar provecho de ello, claro esta que la mayoría de los combates en Sewer City eran clandestinos. Cuando volví a Sewer City los combates se celebraban en los muelles de puerto, y la policía no decía nada mientras se llevara una parte de la recaudación.
Me mudé a Detroit para iniciar mi carrera como púgil, mi padre estaba orgulloso de que me fuera de esta ciudad. El boxeo se me daba muy bien, tenía unos brazos fuertes y ágiles, pero las piernas no eran todo lo rápidas que me hubiera gustado. Esto me impedía ser un campeón, pero aun así luché y aunque no fuera el mejor, me hice un hueco entre los mejores. Aguantaba golpes como el que más y mis puños gozaban de una contundencia hercúlea. Era de los luchadores con más número de KOs y tumbé a tipos de todas las razas, desde potentes cubanos, a rápidos chicanos, poderosos hooligans ingleses, vikingos nórdicos, musculosos africanos y monstruosos asiáticos de un tamaño antinatural. Lamentablemente mi carrera se interrumpió debido a que mi padre cayó gravemente enfermo.
Tras cinco años dedicados al noble arte del boxeo, volví a Sewer City para estar con mi padre y mi hermana. Luché salvajemente en los muelles de Sewer City para pagarle el hospital a mi padre, destrocé mandíbulas para que mi padre se curase. Pero fue en vano, a las dos semanas los médicos le diagnosticaron cáncer de pulmón. Tenía 57 años y seguía siendo un tanque, a la semana siguiente murió.
Decidí pelear un poco más en los muelles antes de irme a Detroit para poder dejarle algo de dinero a mi hermana. Debido a la reciente pérdida de mi padre, los combates sucesivos fueron especialmente sangrientos.
Después de haber sacado dinero suficiente para mi hermana, Joe me convenció para combatir una vez más.
Era un duelo importante, mi rival sería Jason Murray, apodado "El Ogro Tuerto". No es que le faltara un ojo, pero había disputado tantos combates que el ojo morado era una constante en él. Lo llamaban Ogro no porque se comiera literalmente a su rivales, pero lo que quedaba de ellos después del combate bien podía servir de carroña para buitres. Era el tipo que más jubilaciones había causado en el boxeo de Sewer City, por no decir que dejaba a las personas casi inservibles.
No me daba miedo, la verdad, nunca me ha dado miedo nada y no iba a ser ahora cuando empezara a temer de los ogros.
Era viernes noche en los muelles de Sewer City, la gente hacía sus últimas apuestas, diez a uno a favor del Ogro.
-"Este tío no es rival para mi" - le dije a Joe - "apuéstalo todo, hoy nos forramos"
-"No sé Mike, he visto pelear al Ogro y es un auténtico animal" - me dijo mientras clavaba su mirada en Jason.
-"Tranqui Joe, me he merendado a tipos muchos bestias que éste"
-"No sé, no sé"
-"Joder Joe, tu haz lo que te dijo, confía en mí"
Y así lo hizo, lo apostó todo, hasta el último centavo, era un todo o nada. Sentado en el rincón sobre mi taburete eché la cabeza hacia atrás y miré al cielo, tras una ligera neblina, producida por el humo de los puros de los espectadores, se podía atisbar las estrellas de Sewer City. Pensé en mi padre, "ésta te la dedico" susurré.
-"¿Le rezas a tu papaito muerto?" - gritó el Ogro
-"¡Tú, hijo de la gran puta, mide tus palabras!" - le grité levantándome de mi asiento.
-"Bah, era un puto madero, se lo merecía"- dijo con desprecio.
-"Maldito cabrón, vas a desear no haber dicho eso"- le dije mientras me acercaba a él dispuesto a partirle esa bocaza. Cinco hombres incluyendo Joe, me agarraban para intentar detenerme.
-"Coño Mike, reserva tus energías para el combate joder, ya le darás lo que es bueno a ese hijo puta" - voceaba Joe entre el barullo que había formado.
Una vez calmado el revuelo, todo estaba dispuesto para que empezara el combate. En el centro del ring estábamos las dos moles, frente a frente, intentando destruirnos con la mirada.
-"Caballeros" - dijo el árbitro - "nada de patadas, esto es boxeo"
El árbitro hizo una seña a la mesa y sonó la campana.
El primer puño me lo comí, joder, que fuerza tenía el cabrón. Lanzó otros dos golpes que logré esquivar e intenté hacer un contraataque sin éxito después del segundo.
-"¿Que pasa niñita, quieres que te lleve con tu papá?" - me decía mientras daba vueltas alrededor de mí.
-"Te voy arrancar ese puto ojo morado cabrón" - seguidamente lancé mi ataque contra él. Tres puños y le hice retroceder contra las cuerdas. Se cubrió y me puse a darle todos los puñetazos que podía. Sonó la campana, fin del primer asalto.
Sentado en mi taburete, el agua que Joe me escurría sobre la cabeza me daba el arranque necesario para salir al siguiente asalto. Volvió a sonar la campana y me incorporé para el segundo asalto. El Ogro empezó fuerte, yo esquivé todo lo que pude pero un fallo al apoyar mi pie derecho me hizo bajar la guardia y me asestó un golpe en el mentón. Empecé a marearme y lo único que pude hacer es cubrirme de todas las ostias que me estaba dando hasta que conseguí agarrarme a él. Abrazados no podía golpearme y el muy hijo de puta empezó a morderme el cuello, como reflejo le di un rodillazo en los huevos. El árbitro se acercó para separarnos. Estaba cada vez más desorientado, y un pitido en mis oídos empezaba a perforarme el cerebro. De repente noté un puño en toda la boca del estómago, caí al suelo. Cada vez veía más borroso, el árbitro estaba agarrando al Ogro para evitar que me diera otra ostia, arrastrándome hasta las cuerdas podía apreciar al público entusiasmado gritándome y abucheándome. Logré agarra las cuerdas y sacar la fuerza suficiente para levantarme. Gracias a Dios sonó la campana que ponía fin al desafortunado segundo asalto. El agua de la esponja corriendo por mi frente me hizo resurgir a duras penas. Joe me hablaba pero no entendía nada de lo que me decía. Empezaba a notar como algunos de mis dientes se movían demasiado, menuda mierda de protector bucal. "Todo o nada" fue lo único que pude llegar a decir antes de que sonara la campana del tercer asalto. No podía ser derrotado, sino perdería todo el dinero o incluso mi carrera ya que este cabrón estaba dispuesto a destrozarme.
Esquivé el primero que me lanzó y logré meterle un contraataque debajo del mentón. Acto seguido le escupí a la cara mi protector bucal, algo que le pilló desprevenido y aproveché para darle un izquierdazo con todas mis fuerzas. Vi como se le desplazaba la mandíbula haciéndole escupir su protector envuelto en sangre, le partí literalmente la boca. De no haber estado tan jodido por el segundo asalto se la hubiera arrancado. Se le acabó el decir gilipolleces, ya era mio. Seguidamente con el puño derecho le di un golpe directo en su puto ojo morado. A partir de ahí entre en un estado de frenesí y me ensañe con su ojo. Con la izquierda, con la derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha... Notaba como la piel de mis nudillos se desprendía con cada puñetazo, nudillos pelados que ya golpeaban sobre una cuenca llena de sangre. El árbitro no se atrevía a interponerse. Cuando mi furia cesó, el Ogro calló redondo sobre las tablas haciéndolas retumbar. Durante dos segundo hubo silencio absoluto, el árbitro levantó con miedo mi brazo y se hizo la euforia entre el público. Mire a mi alrededor y vi a gente salpicada de sangre, estaban todos fuera de si. A la gente no le importó haber perdido su dinero después de la carnicería que acababan de presenciar. Aun así no creo que nadie se atreviera a reclamarme nada después de volver tuerto al Ogro Tuerto. Joe cruzó las cuerdas rápidamente para abrazarme y entregarme el habano de la victoria, joder, como me gustan los buenos puros. Lo encendí y disfruté del sabor de la victoria. La dictadura de Jason Murray en el boxeo de Sewer City había terminado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario