jueves, 23 de mayo de 2013

BELLA Y OSCURA de Rosa Montero

"Los ojos azules, tan hermosos. Y no como en la foto. Tan llenos de vida. No era el sexo, desde luego que no. O no sólo eso. Era saber que él era mi otra parte y que no había nada más que yo precisara, ni agua, ni techo, ni tan siquiera respirar. y en esas tardes, cuando le deseaba con tanta necesidad y tanto entendimiento, no existía la fealdad, ni la vejez, ni el miedo.
Todavía recuerdo su piel. Caliente y suave, y tan pegada a la mía. Su cuerpo joven, mi cuerpo joven. y nuestros sudores se mezclaban. Recuerdo sobre todo una emoción: sentirme viva. Sombras doradas de una lámpara de pantalla. Un atardecer invernal y azulado al otro lado de una ventana. Un colchón en el suelo. Siempre fui mala, menos con él. Siempre fui demasiado grande y torpe, menos con él. Siempre fui egoísta, menos con él.
Desgraciado aquel que no ha conocido el amor. Esta clase de amor. Ese abismo al que uno se arroja felizmente. Desgraciada la persona que nunca ha sentido, siquiera por un instante, que ella y su pareja eran los dos únicos humanos que jamás habían habitado este planeta. Y desgraciados los que sí se han sentido así alguna vez. Porque lo han vivido y lo han perdido. Yo nunca fui tan hermosa ni tan inteligente como lo fui para él: desde entonces, vivir fue ir descendiendo. Y ahora, ahora que ya apenas si soy yo, ahora que ya lo olvido todo, para mi desdicha no puedo aún olvidar aquella agonía del deseo y de la carne."

                                                                                                                Doña Bárbara




"Tú quieres saber mucho. Tú quieres saberlo todo y eso es imposible. Para sobrevivir, siempre es necesario guardar algún secreto. Mantener una parte oculta, que es justamente lo que en verdad eres. Porque nuestra apariencia exterior responde a lo que los demás conocen de nosotros, pero en realidad somos lo que los  otros no saben que somos. Y así, yo soy, sobre todo, lo que que tú no sabes de mí, del mismo modo que Jack el Destripador era, sobre todo, Jack el Destripador, aunque en el mundo fuera, según dicen, un familiar de la Reina de Inglaterra."

                                                                                                                   Airelai




"A partir de entonces tuve que hacer ese mismo trayecto varias veces: siempre me asustó, siempre me angustió, siempre lo vencí. Viviendo encima del club descubrí la enorme diferencia que había entre el local diurno y el nocturno, entre esa especie de sucio almacén que era el club vacío y ese hormiguero desesperado y sudoroso en que se convertía de madrugada. Y aprendí así algo fundamental: que el infierno no es un lugar, sino un estado. Un veneno que llevamos dentro de nosotros."

                                                                                                                    Ella




"En aquellos instantes el mundo adquiría una geometría perfecta, un orden visible que me sentía capaz de comprender. Yo me encontraba en mi sitio, en el lugar exacto que me correspondía dentro del universo, del mismo modo que estaban en su justo lugar todas las demás criaturas del planeta, y los vegetales, y las piedras. Todo lo podía ver y entender en ese momento de equilibrio: las incontables hojas del valle, una a una, hasta la más pequeña; las rocas desgastadas, clavándose en la carne de la tierra; cada una de las flores, todas distintas y temblorosas en su vida brevísima; las patitas de los insectos diminutos, las alas transparentes, las trompas chupadoras; y esa algarabía de capullos brotando y pétalos pudriéndose, de criaturas naciendo y falleciendo, entre el viento fértil de la muerte y el rugir de la vida silenciosa.
Hasta que se cumplió la hora, como siempre sucede inexorablemente. Y llegaron al valle, y nos encontraron, y se lo llevaron. Pero yo sé que algún día volverá y aquí lo estoy aguardando. Por él sería capaz de todo: de matar y de traicionar, de mentir y de negarme a mí misma. Siempre fui torpe, menos con él. Siempre fui débil, menos con él. Siempre fui enano, menos para él. Desde que se marchó, vivir para mí es sólo esperar. Un tiempo de tránsito. Un tiempo muerto.
Recuerdo que al atardecer el viento nos traía desde la otra ladera un estruendo de mugidos y berridos. Muchas veces nos quedábamos contemplando la caída del sol mientras el aire se pintaba de un verde azulado y llegaban rebotando hasta nosotros las voces desaforadas de las bestias. Yo siempre creí que eran llamadas sexuales, gemidos del calor del celo y del placer; pero luego, después de que descubrieran nuestro escondite y se lo llevaran, me enteré de que el alboroto provenía de un matadero y que eran gritos de agonía arrancados por el cuchillo del carnicero. Desde entonces cada vez que pienso en aquellos crepúsculos finales los veo en mi memoria del color de la sangre, hermosos y transparentes y terribles. Así de cerca está la dulzura del horror en esta vida tan bella y tan oscura."

                                                                                                                  Airelai





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